El destete silencioso

 In Lorenza Madre

Infinitamente agradecida por caminar a tu lado y aprender, de ti, sobre mi misma…

Test.

Positivo.

Alegría y miedo.

Incredulidad y confianza.

¿Para cuándo…?

¿…Cuándo pasó exactamente?

Siento que no tengo el control. Y siento que es exactamente lo que necesito…

Es casi Navidad. Será mi regalo de este año…

…y para toda la vida.

 

Y de repente un pensamiento. O dos.

¿Tándem? ¿Destete?

Escribir de este tema me va a costar mucho. Porqué todavía estamos viviéndolo y de manera muy intensa… pero no puedo esperar más. Necesito poner orden, encontrar las palabras, darles un lugar fuera de mi cuerpo para observarlas con perspectiva. Para volver a leerlas en su quietud y contundencia, lejos del flujo incontrolado de la mente… y del corazón.

Nunca quise poner límites a la lactancia, pues mi deseo era que Elva pudiese decidir hasta cuando alimentarse de mí. Tuve siempre claro que en ambos caso, si fuese mía o suya la decisión de dejarlo, habría sido difícil de aceptar por mi parte… pues los cambios cuestan, y ver a tu hij@ crecer, muchas veces, se acompaña de una sensación… “agridulce”.

Pero seré sincera, y también os diré que he pasado por varios momentos difíciles en los que he llegado a desear poner fin a la lactancia. Y, siempre siendo sincera, nunca me he visto realmente capaz.

No sé qué tan bueno sea seguir accediendo a algo que, por momentos, encuentras que te limita, que te hace prisionera, que no te deja descansar, que sientes que podría estar privándote de energías… Sólo sé que nunca estos sentimientos han sido lo suficientemente fuertes como para sobreponerse a esa parte de mí que lo quiere dar todo, sin mirar ni hacia atrás, ni hacia adelante. Sin escuchar lo que los demás opinan, sin escucharse de verdad ni a una misma, si cabe…

El caso es que el principio de este nuevo embarazo me removió mucho. Como lo hizo también el de Elva, al fin y a l cabo. El cansancio que sentía era peor del que recuerdo con más facilidad, el del postparto. Porqué, además, venía acompañado del clásico malestar físico del primer trimestre. Y aguantar eso con una hija de 26 meses no es fácil. No solo por lo que conlleva esa edad en sí, sino por qué no podía explicarle, no podría entender, ni tan solo era justo, en mi visión de madre, negarle, de repente, aquello que era su pleno derecho demandar.

La sensibilidad que te regalan las hormonas me hizo blanda, blanda y vulnerable, como no recuerdo haberme sentido nunca.

He llorado con ella, pidiéndole perdón por algo que ni siquiera estaba ocurriendo aún.

He llorado en plena calle, con amigos y no tan amigos, porque sentía que eso me venía demasiado grande.

Y he llorado mi inseguridad, mi incapacidad para tomar decisiones y he llegado a llorar el dolor al amamantar.

Hasta que una noche, al empezar a mamar, Elva me dijo que no salía leche.

“No esce”, dijo, en ese italiano todo suyo. Me quedé sorprendida. Pero pensé que nada pasa por casualidad, y con toda naturalidad le contesté que quizás se había acabado la leche… Que Elva se la había tomado toda, por eso había crecido tanto. Y así fue como nuestro ritual fue renovándose…

No dejó de pedirme pecho, pero cada vez que empezaba a mamar yo esperaba oírla decir que no salía nada. Y cada vez intentaba darle una respuesta amorosa, que le diera sentido a eso que estábamos viviendo, que la ayudara y me ayudara a pasar por este momento con naturalidad y a aceptarlo de manera serena. A la vez, estuvimos leyendo un libro acompañar el destete, y la verdad es que creo que fue un gran apoyo para Elva.

Y llegó una noche de fiebre, sin más síntomas. No pude evitar pensar que volvería a pedirme pecho y a querer mamar… pero pasó exactamente lo contrario. Estuvo 3 días con fiebre y usando el pecho solo de almohada.

Fue cuando la fiebre pasó, que volvió a acercar sus labios a mi pezón, mirándome a los ojos, buscando mi aprobación.

Pero mi aprobación no llegó. Por primera vez en mi vida de madre estaba negándole la teta. Estaba pasando de verdad, aunque me costaba de creer. Sabía que no habría vuelta atrás, pero no tenía ganas de aguantar ese dolor, aun para pocos segundos, hasta esperar que me dijese una vez más que no salía leche. Sentía que estaba dedicando mis energías a la creación de otro ser y no me veía con fuerzas para seguir alimentando más desde el cuerpo. No de esa forma.

Y así, entramos en otra etapa, de teta como almohada, de teta para acariciar, para hablar, para jugar, para proteger y cuidar…

Llegaron los tres meses de embarazo, la primera ecografía y con ello el momento de decirle a Elva que sería hermana. Aún era pronto para que entendiera, pero por algún lado había que empezar. A partir de entonces algo ha cambiado, y las ganas de teta se han intensificado… pero yo no he dejado de escucharme. Hay momentos en los que se me parte el corazón viendo como mira mi pecho, como se acerca, como me pide con la mirada y los gestos… pero la lactancia es cosa de tres, y si uno solo no está a gusto ya no puede seguir.

Este es un destete silencioso porque todo, alrededor de la teta, lo es. Elva no ha sacado ni una lágrima ante mis negativas. A pesar de su carácter fuerte y decidido, no ha protestado de manera ruidosa, ayudándome a mantenerme firme en mi decisión.

Porque quizás, en el fondo, me conoce y conoce mi corazón. Y entiende más de lo que yo pueda imaginar…

Y también, quizás, necesitaba que yo tomara conciencia de mis deseos y permitiera que se produjera este cambio… Para poderme demostrar que ella es capaz de darme lo que necesito al igual que yo intento hacer con ella.

Una vez más, gracias, pequeña, grande maestra.

*** Si eres madre lactante y deseas una consulta sobre destete u otros temas relacionados con lactancia materna, escríbeme 🙂

Recent Posts

Leave a Comment